COMO TODOS LOS AÑOS...

viernes, 10 de septiembre de 2010

URBAN GRAFF






CADA MISIÓN ES UNA HISTORIA

El ambiente es cálido, para ser la una de la madrugada de un sábado de otoño. Hoy, de nuevo, me han vuelto a hacer esa pregunta capciosa: “¿Por qué pintas? ¿Qué ganas haciéndolo?” Me detengo y lo miro. Es un individuo flaco con el cabello alborotado, tiene apariencia de loco y está ebrio. “¿Por qué no te pintas el culo?”, dice antes de irse.


En el 2003 la avenida San Juan, en San Juan de Miraflores, en donde vivo, comenzó a amanecer con varias letras, pintadas en las paredes de los colegios e institutos, locales comerciales y casas. La mayoría de ellas eran indescifrables. Fue la complejidad y colores de estas pintas las que me causaron un gran impacto. Admiraba tanto esas letras que empecé a copiar lo que lograba entender en mi cuaderno y, sin darme cuenta, me involucré poco a poco en la movida de la calle. En esos tiempos el entorno graffitero era muy reducido y aún más en los distritos del cono sur, llámese San Juan de Miraflores, Villa el Salvador, Villa María del Triunfo. Era más común en distritos como Barranco, Miraflores, Santiago de Surco, donde llegó a mediados de los años noventa a través de los chicos que practicaban skate, que adquirían revistas americanas y discos de hip-hop, donde muchas de las portadas y fotos tenían imágenes de graffiti. Conseguir información sobre el graffiti en Perú no era nada fácil, menos conocer a un writer, nombre con el que un artista del graffiti prefiere ser conocido en vez de “graffitero”. Aparte, los medios no le daban mucha importancia a esto. Casi nadie me podía explicar lo que significaba o porque lo hacían. Son pandilleros y vagos que malogran las paredes, solía escuchar cada vez que le preguntaba a alguien. Eso aumentaba mi curiosidad.


Comprendí que cada individuo que se dedicaba a realizar estas pintas adquiría un apodo para dejar huella. Supuse que, quizás, tenía algo que ver con su personalidad, su grupo de amigos, un juego de palabras de su nombre. Fueron tantas las teorías que se paseaban por mi mente, que decidí también crearme un sobrenombre. Al principio no fue fácil, me rompía la cabeza pensando. Como estaba acostumbrado a poner L”U”IS pensé en que mi nombre es muy común y, aparte que casi todo el Perú es hincha de la “U”, a pasar como otro pandillerito más. Eso no era lo que buscaba, por lo menos no ser pandillero. Mis padres tenían la costumbre de llamarme Ángel. Aparte que es mi segundo nombre, quizás querían que tenga un comportamiento tranquilo, angelical. Desde que tengo uso de razón siempre me llamaban así. Igual mis tíos, primos, vecinos y la lista es bien larga. Creo que pasaba bien, pero cuando fui creciendo ya no me empezó a gustar. Yo no quería ser un niño bueno. Todo lo contrario, quería ser un chico malo. De niño tenía la cara del que no hacía nada, no le hacía daño a nadie, y hasta ahora creo que la tengo. No era un aficionado a la adrenalina ni a los deportes extremos, ni siquiera a los deportes comunes. Jugaba futbol porque veía que todos lo hacían y porque todos me decían que debía hacerlo. Pero yo no quería hacer lo que todos hacían, sino lo que muchos no se atrevían a hacer. Siempre tuve una personalidad muy curiosa, y el averiguar el porqué de las cosas es algo que me apasiona.


Después de haber hecho un compendio de posibilidades y el porqué de su elección para elegir un nombre con el cual figurar, decidí que tenía que tener relación con el hecho de que no me gusta que me llamen Ángel. Finales del 2003, estaba a punto de acabar cuarto de secundaria, mis calificaciones eran buenas, después de tanta búsqueda por fin sentí haber encontrado el apodo preciso, el tag perfecto. Ahora el problema era conseguir pintura en sprays. En mi casa no era costumbre darme propinas o dinero, así que desde mediados de año me venía caminando del colegio y el dinero del pasaje pasaba a ser parte del ahorro para comprar latas. El primer día del 2004, decidí que ya era momento de empezar a hacerme notar. Había ahorrado quince nuevos soles, mucho dinero para mí en esa época. Salí de mi casa a eso de las nueve de la noche en busca de una ferretería. Para mi mala suerte creo que fui muy tarde porque todas estaban cerradas. Pero las ganas de pintar eran tan grandes que no me iba a dar por vencido tan rápido, así que proseguí mi búsqueda, con la consigna de que no iba a volver a mi casa sin una lata de spray. Después de haber caminado muchas cuadras lejos de mi casa, por fin encontré una ferretería. Con mucho temor pregunté: “¿Señora, tiene sprays?”, ella afirmó con la cabeza y me preguntó cuántos quería. “¿Cuánto está?”, le dije, no podía salirme de mi mínimo presupuesto. “Ocho soles”, me dijo. Le pregunté si podía dejarme dos por quince soles. Aceptó. Salí contento de la ferretería. Por primera vez tocaba un spray, era algo mágico para mí. Unas casas más adelante no me contuve y probé un spray en un poste. Actualmente ese punto de color negro que hice aún sigue, lo consideró una reliquia.


Mis primeras salidas eran solitarias, a pesar que mi barrio no es un lugar tranquilo me las ingeniaba para pintar. Empecé a salir en las madrugadas, a eso de las tres o cuatro, con la excusa de salir a correr. De alguna forma hacía deporte.


Pintar de madrugada tiene sus ventajas y desventajas. Como principal ventaja es que la gran mayoría de personas está durmiendo plácidamente y no hay gente en las calles. Esto último también viene a ser una desventaja, porque al no haber nadie, si te pasaba algo quizás nadie se va a enterar nunca. Me gusta correr riesgos, pero tampoco quiero perder mi vida. Decidí buscar alguien que me acompañe a pintar. Me acordé de Adolfo, un buen amigo del colegio que vive cerca a mi casa. Le dije para salir a pintar y le gustó la idea. Comenzamos a inundar nuestro barrio con nuestras pintas. A Engels lo conocimos después porque justo nos encontró pintando a mí y a Adolfo. Juntos decidimos formar un grupo. D.E.M.P.C. (Déjame Expresar Mis Pensamientos Crudos). Tomamos el puente Alipio Ponce de vitrina para que otros writers vean que esta era nuestra zona y que, de alguna manera, respeten y admiren nuestro trabajo. Hasta ahora es nuestra vitrina.


No pasó ni siquiera media año cuando obtuvimos nuestro primer problema con la policía. Fue un sábado de marzo del 2004. Daniel, Adolfo y yo regresábamos de pintar por la avenida San Juan. Nos encontrábamos cerca al puente Alipio Ponce, cuando a Daniel se le ocurre malograr una casa. Aunque no lo crean con el tiempo empecé a respetar las casas y a no incluirlas en mis lugares predilectos para pintar. En este aspecto suelo discrepar con el típico writer ilegal o bomber, al que solo le importa dejar su nombre en todos lados, sin importarle el lugar afectado. Me considero un bomber, eso sí. Pero uno que respeta las casas. Solo las casas, pero si tengo una predilección por puentes y paredes escarchadas. A mi lista de lugares permitidos se suma mercados, colegios, locales comerciales o abandonados y todo lo que sea propiedad del Estado o privadas. Pero no casas. Aunque, a veces, olvido esa regla impuesta por mí, pero trato de cumplirla. Como les iba diciendo, Daniel empezó a pintar sin consultarnos. Cuando volteamos a ver venía una patrulla policial. Le dijimos a Daniel, pero él estaba encerrado en su mundo con sus audífonos. Pensé correr y escapar pero no lo hice. Creo que Adolfo pensó igual. Desde ese momento entendí que cada uno baila con su propio pañuelo, cada uno corre por su pellejo. Los dos policías bajaron de la patrulla, y dieron un recital de lisuras y mentadas de madre. Han pasado seis años y hasta ahora no cambian, es más, ahora son más brutos. Tocaron el timbre de la casa. Era la casa de un abogado. Nunca salió para nuestra suerte. Después de eso se la agarraron con Adolfo y dijeron que era un fumón porque tenía los ojos rojos. No sé porque los tenía así pero en fin. Uno de ellos agarró un spray y dijo: “Así que te crees pintor, ¿por qué en vez de joder las paredes no te jodes a ti mismo?” Acto seguido, le pintó la parte trasera del cuello. El otro policía lo detuvo y nos ordenaron subir a la patrulla. El mismo policía abusivo sigue en su jurisdicción, la vez pasada lo vi recibiendo un puñete por parte de una señora, que le rompió la nariz. El mundo da vueltas, pensé.


Nos hicieron dar un gran paseo por San Juan quejándose de las paredes sucias por consecuencia de los sprays. Después de dar un gran sermón de una hora y al ver que no hablábamos nada, nos dijeron: “¿Por qué no dicen nada, porque no se defienden?” Les dijimos que íbamos a hablar con el dueño de la casa al siguiente día para pintar su fachada. Unas cuadras más adelante, nos pidieron diez soles para su gasolina. Antes de irse dijo: “La próxima vez no la hagan tan larga”. Después de este traspié Daniel se retiró del graffiti, quizás no era para él.


Esa primera vez me sirvió de mucho. Ya he perdido la cuenta de cuantas veces me han perseguido policías y serenazgos, pandilleros y hordas de vecinos enfurecidos. A veces pienso que está mal lo que estoy haciendo. Pero de ahí digo: “Pero si no hago daño a nadie. No fumo, no mato, no robo. Solo pinto”. Quizás hago gastar algo de dinero al Estado en mantenimiento del ornato, pero vivo en un mundo malo lleno de corrupción donde manda el dinero. Así que no hay mucho cargo de conciencia. Nunca se me ha pasado por la mente dejar de pintar, incluso cuando me han atrapado pintando. A pesar de las comentarios hirientes. Puede que haga una pequeña pausa, pero después de un tiempo he vuelto a pintar.


Pero no todo es malo en las incursiones callejeras. Lima es otra cosa en la madrugada, otra realidad. Un ejército de recicladores inunda las calles poniendo su granito de arena para hacer un mundo menos contaminante. Claro, ellos no lo saben. Solo les importa las monedas que reciben por las botellas y demás cosas vendidas. He conocido a varios indigentes de sabias palabras. A borrachitos que me felicitan y otros que me hacen reír por las tonterías que tratan de hacer para evitar que pinte. He molestado a los homosexuales que ofrecen sus servicios en los puentes y zonas olvidadas, recibiendo sus insultos con una gruesa voz. También encontré a varios policías que les gusta lo que hago, incluso me contaron que ellos también hacían algo así, pero de tono barrista. Como ellos dicen: “Tú no malogras las calles, sino les das a color a Lima gris”. Mis mejores años para las salidas ilegales o noches de bombing fueron el 2006, 2007 y 2008. Pinté la mayor parte de San Juan de Miraflores. Me dejé notar en Villa María del Triunfo, Villa el Salvador, Chorrillos, Santiago de Surco, Barranco. La Vía Expresa no se salvó de mí. Me volví un top bomber en el cono sur. Me sirvió de gran ayuda un trabajo flexible con horario de tarde, auspicios y un pequeño negocio personal de venta de sprays, markers o plumones, caps o válvulas de trazo fino y grueso, y demás accesorios para los aficionados al graffiti. Este negocio me consumía mucho tiempo y vagancia así que lo dejé.


El 2009 dejé de pintar seguido por diversos motivos, ese año tuve trabajo con más presión y, aparte, dejé de contar con los auspicios de antes. Lo más destacable de ese año es haber cumplido uno de mis grandes sueños, pintar un tren. Fueron, exactamente, containers que simulaban los vagones de un tren que está por Huachipa y Chaclacayo. Creo que lleva minerales. No fue fácil. Fui dos veces. La primera fui a Huachipa. Fuimos cuatro writers de San Juan de Miraflores: Arturo, Marcos, César y yo. Salimos a la medianoche. Solo yo y Marcos pudimos pintar, incluso no lo terminamos. Apareció la seguridad de la estación del tren y una patrulla policial. Con las justas nos salvamos. Volvimos pintando hasta el puente Santa Anita. Cuatro de la madrugada, cada uno a su casa. La segunda vez fue en Chaclacayo. Arturo, Marcos y yo empezamos a pintar en el paradero Morón. Era un domingo al mediodía. Nos habíamos olvidado que ese día era clásico de futbol. Estábamos ya casi acabando cuando aparecen tres camionetas con veinte serenazgos y algunos policías. A correr. Al primero que atraparon fue a Arturo. Yo llevaba cierta ventaja a los policías, hasta que llegué al río Rímac. Estaba caudaloso e imposible de cruzar. Tuve que dejarme intervenir. Marcos escapó. Lo que pasa es que había varios chicos en el área, y como lo gran mayoría tenía el tamaño y la contextura de Marcos, este encajaba con la población de allá. Ya en la camioneta, me encontré con Arturo y comenzarnos a pensar qué nos iba a pasar. En sí no teníamos miedo. Ya habíamos pasado por situaciones similares y lo tomábamos como parte del juego. También intervinieron a varios chibolos que transitaban por ahí. De repente los confundieron con pandilleros igual que nosotros.


En el trayecto a la comisaría, uno de los serenazgos me quitó mi gorra. Me dio tanto coraje que decidí recuperarla como sea. Me paré y le exigí darme mi gorra. Me empujaron varios serenos y me hicieron sentar a la fuerza. Lleno de impotencia por saber que no podía hacer nada me tranquilicé. Si me ponía más bravito me iba a ir peor. Había escuchado historias de otros writers, de que los serenazgos y policías a veces te roban tus cosas. Pude comprobarlo de la peor manera. Total los más delincuentes, corruptos y abusivos son los que se esconden detrás de un traje o título de defensor. Esa gorra significaba mucho para mí. Me la había regalado mi enamorada. Hasta ahora ella pregunta porque no vengo con esa gorra. “Me olvido”, le respondo.


Al llegar a la comisaría fuimos recibidos por un fotógrafo y sus imparables flashes. De alguna forma íbamos a beneficiar a la comisaría y al alcalde de ese lugar. De seguro iban a inventar que nosotros somos pandilleros, matones, delincuentes. Servíamos de cortina de humo, para camuflar las corrupciones que se realizan en su jurisdicción. Ya adentro la típica de siempre, datos falsos y unas cuantas horas en la carceleta. Salí de ahí a las nueve de la noche cargado de muchas anécdotas contadas por todos los barristas de la ”U” que se quedaron amargos sin ver el partido. Cada misión es una historia. Actualmente, pensé dedicarme de lleno a mi carrera de diseño publicitario y dejar de pintar seguido por lo menos los dos años. Pero de alguna forma mis propios compañeros de estudios me impulsan a volver a pintar. Si esto está en mí para qué dejar de hacerlo.


Me causa gracia cada vez que alguien me dice que soy artista, o cuando veo en algún periódico o canal de televisión, que uno hace graffiti porque quiere expresarse o protestar por algo. En mi caso, y creo que el de la mayoría de writers, hacemos esto solo porque nos gusta pintar, ver nuestro nombre en todo lugar, crear nuevas formas a las letras que componen nuestros tags, jugar con colores sin que nunca se acaben las combinaciones. Me considero writer, escritor de paredes. No artista. ¿Qué ganamos con esto? Ganamos satisfacción, por ver algo hecho por nuestras propias manos, nuestras propias ideas, expuesto en la calle. Las calles de Lima son una amplia galería con muchos sectores por descubrir y decorar.


Adolfo, después de dedicarse al estudio y ya con un trabajo estable, está volviendo a pintar. Engels ya tiene su familia y solo se dedica a ella. César se fue a Argentina hace más de seis meses buscando un futuro mejor, está que pinta por allá. Arturo y Marcos se han vuelto los reyes en las calles de San Juan. Sus tags se ven por todos lados. ¿Y yo? Me encuentro en el puente Primavera, en la Panamericana Sur, hace unos días fue mi cumpleaños. Estoy en medio de las dos vías pintando. Pasan los autos, al ras, tocando sus bocinas, gritando, mirando. El tiempo se detiene para mí. Miles de cosas pasan por mi mente, pienso en los que más quiero. Son estos los momentos en que me alegra estar vivo. Como dice mi madre: “¿Acaso malograr paredes te da de comer?”. No me da de comer pero me llena.
                                                                       Luis Caotico a.k.a. CAOS


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jueves, 9 de septiembre de 2010

lunes, 6 de septiembre de 2010

ARTE URBANO












¿EL GRAFFITI EN EL DISEÑO GRAFFICO O EL DISEÑO GRAFFICO EN EL GRAFFITI?














¿Será coincidencia o qué? Muchos artistas del graffiti en el Perú y en el mundo se dedican o estudian diseño, ya sea gráfico, web o algo por el estilo. Incluso aquí la mayoría de 'writers' se dedica al diseño y/o publicidad.
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Muchos 'writers' se ven influenciados por el diseño gráfico, por los vectores y formas digitales, que son recursos que se usan actualmente en el graffiti. También es cierto que muchos diseñadores gráficos se ven influenciados por el graffiti sin tener que ser un 'writer' o pertenecer a una crew. Existen muchos 'writers' que comenzaron empíricamente y que gracias al graffiti poco a poco han ido incursionando en el mundo del diseño (web, moda, gráfica, publicidad, etc.)
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Lo que sí creo es que ahora ambos se necesitan mutuamente. El diseño gráfico te soluciona visualmente muchas cosas, como gama de colores y elementos de diseño; y el graffiti te facilita y te da soluciones a muchos problemas dentro del medio comunicativo que la computadora no puede solucionar, es ahí en donde entra la mano creativa del artista. El graffiti llama a masas de gente, sobre todo a jóvenes, pero no discrimina clase social, edad ni sexo. El graffiti es una muy buena herramienta de diseño y una muy buena opción para poder crear y diseñar algo interesante.

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EFECTO IROLAK
El mercado graffiti ha crecido tanto que no solo podemos encontrar ropa o accesorios, sino que también se han creado varias marcas de pinturas en spray. Las más conocidas son Montana Colors (España), su rival que lleva el mismo nombre Montana Cans (Alemania), seguidas de Molotow y otras marcas más. Hace poco salió al mercado una marca nueva de pinturas en spray la cual ha entrado con fuerza a competirle a todas las marcas de pinturas para graffiti que ya exisiten, su nombre es IRONLAK.
Ironlak es un producto desarrollado por AVT Paints Pty Ltd., el concepto de estos aerosoles empezó en el 2001 y después de tres años de investigación y desarrollo, Ironlak fue lanzado en Australia y Nueva Zelanda.
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Ironlak es el primer aerosol de Australia desarrollado exclusivamente para los artistas, sobre todo de graffiti. Con buen precio y calidad en mente, estas latas se volvieron realidad y ahora son líderes en el mercado. Ironlak ofrece un excelente producto por un mejor precio. Sus latas vienen listas con tres picos, uno para bordes y dos para relleno, para ayudarte a pintar más rápido y a ahorrar bastante.
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Hay que destacar la válvula de los aerosoles Ironlak, la cual puede usarse tanto para alta como para baja presión, dependiendo del resultado que se busque.
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Luego de bastante tiempo de prueba en las calles y varios cambios de fórmula, los aerosoles Ironlak se perfeccionaron y llegaron a un nivel internacional, es así que en el 2008 la marca llegó a Estados Unidos y Europa, volviéndose de las favoritas para los graffiteros.
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EL GRAFFITI Y LA FOTOGRAFIA


En aquellos años destacan Martha Cooper y Henry Chalfant. Martha Cooper trabajó para National Geographic y luego para el New York Post. Comenzó a fotografiar a los chicos que estaban en las calles de NY mientras regresaba cada tarde de la redacción del Post a su hogar. Según cuenta en su libro “Hip Hop Files”, una tarde conoció a Edwin (auténtico Old School boy en la tapa de su libro), quien la introdujo en el mundo del graffiti, presentándole a Donald J.


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En 1984 se publica Subway Art, un libro que reúne fotografías de Cooper y Chalfant sobre los grafittis de los 80 en Nueva York. El libro era toda una declaración de principios: aquél arte subterráneo, aquellos “vándalos” que pintaban los vagones de trenes y subtes eran realmente artistas. Y lo que hacían no era ensuciar, sino una demostración plástica. Expresaban aquello que les estaba pasando, cómo era su vida a través del aerosol; y allí estaban Cooper y Chalfant para documentarlo. Este libro acaba de cumplir 25 años y fue festejado con una publicación de lujo 25th Anniversary.
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Martha Cooper ha publicado hasta el momento siete libros de fotografías, en los que se destaca We B* Girlz, un proyecto de inclusión y derechos de la mujer en la cultura hip hop. Chalfant, por su lado, fue quien hizo la documentación fotográfica para el documental Style Wars.
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fuente: art and graff del comercio
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